En un pequeño pueblo de la vieja China, a orillas del río
Yangtsé, vivía un comerciante de especias llamado Li, conocido por su mal
carácter y su falta de generosidad. Además de la tienda de especias, poseía una
casa junto a la carretera del pueblo que compartía con su esposa y dos fieros
perros. Fuera de la casa, en el borde de la carretera, se alzaba un ciprés
grande y viejo que, según decía Li, había sido plantado por su bisabuelo. El
espléndido árbol protegía del sol a la casa todo el año y en las cálidas tardes
de verano daba una estupenda sombra a la sala de estar, por ello, el comerciante
estaba orgulloso de él.
Un día al salir de casa, Li encontró a un andrajoso
vendedor ambulante dormitando bajo el gran ciprés y se enfadó tanto que zarandeó
al hombre y lo amenazó con echarle a sus perros si no se marchaba enseguida. El
buhonero, que creía que los árboles eran de todo el mundo, desconcertado por el
brusco despertar se defendió replicando que el ciprés estaba en espacio público.
Pero Li, aun admitiéndolo, le gritó que el árbol era suyo y que nadie más que él
podía disfrutarlo. Asustado por el aspecto feroz de los perros, el vendedor
ambulante recogió sus cosas y se alejó maldiciendo.
Unos días más tarde el buhonero pasó otra vez por allí y
se detuvo un momento junto al ciprés recordando el humillante episodio. Entonces
el árbol le susurró algo al oído, cosa que le sorprendió y le agradó pues se
marchó con semblante complacido. Un tiempo después, cuando Li volvía de su
tienda se encontró de nuevo al andrajoso vendedor durmiendo bajo el gran ciprés.
El comerciante de especias, enojadísimo, volvió a echarlo de allí. Pero esta vez
el buhonero tenía una propuesta que hacerle: quería comprar la sombra de su
árbol por nada menos que veinticinco monedas de oro. Li nunca había oído que
nadie hubiera comprado antes la sombra de un árbol pero movido por su codicia en
seguida aceptó y cerraron el trato, no sin antes registrarlo por escrito ante un
notario. Li se sentía muy contento con su dinero, y el vendedor ambulante muy
feliz con la sombra del ciprés.
Detalle de la ilustración de Helen Cann.
A partir de ese momento, el buhonero venía todos los días
a disfrutar de la sombra del árbol. Un día muy caluroso de verano vino
acompañado de unos amigos con ropas andrajosas como las suyas, y se pusieron a
jugar a las cartas bajo el árbol. Por la tarde, la sombra del ciprés se proyectó
sobre la sala de estar de la casa de Li y en ella se metieron los hombres a
seguir su partida de cartas. Al verlos tan campantes en su salón, la mujer del
comerciante rápidamente mandó llamar a su marido a la tienda. Cuando Li llegó se
puso hecho una furia y trató de echarlos de la casa acusándolos de granujas.
Entonces el mercader ambulante sacó el contrato de compra-venta y le recordó que
la sombra del árbol era suya, estuviera donde estuviera. Mientras defendía su
derecho a la sombra, los amigos contenían las risas. Lleno de rabia, Li fue a
ver al notario y este le confirmó que el buhonero tenía toda la razón según
rezaba en el contrato firmado.
Entonces el desesperado comerciante de especias volvió a
la casa y le propuso al buhonero comprar la sombra del árbol por cincuenta
monedas de oro. Pero este le pidió doscientas. Li consideró el precio un robo y
se enfureció aún más de lo que ya estaba, pero a pesar de ello sacó una bolsa de
monedas y le dio las doscientas monedas para librarse definitivamente del
fastidioso mercader ambulante.
El vendedor ambulante montó una casa de té con el dinero
de la sombra del ciprés y le fue muy bien el resto de su vida. Li, sin embargo,
se arruinó y su mujer le abandonó; se quedó solo, con la única compañía de sus
perros. Pero nunca más se opuso a que alguien disfrutara de la sombra del
ciprés.
Este cuento chino lo encontré entre las Historias de
Árboles Mágicos de todo el Mundo*; trata sobre el beneficio de la sombra de
los árboles, uno de los regalos más comunes, aprovechados y apreciados de
cuantos nos dan esos amables gigantes. En una entrada anterior del blog,
titulada Buena Sombra, exploré el sugerente tema de la sombra de los
árboles desde diferentes perspectivas y lo continúo ahora con este ingenioso
cuento.
La sombra del ciprés es una historia realista,
aparentemente. Narra el conflicto entre dos hombres por la propiedad y el
disfrute de la sombra de un árbol. Sin embargo, introduce lo fantástico aunque
de una forma tan sutil que apenas es perceptible: el árbol susurra una idea
(ocultada al lector) al oído del vendedor ambulante ofendido. Es un pequeño
momento mágico en un argumento realista pero de total trascendencia en los
hechos. El buhonero, imaginamos que siguiendo el plan sugerido por el viejo
ciprés, burla al comerciante de especias motivando su codicia. El genio del
árbol parece castigar así al comerciante por impedir disfrutar de su sombra a
los demás, esa sombra que tan generosamente y sin distinción brindan los árboles
a todas las criaturas vivientes. En verdad es un duro castigo para el egoísta
comerciante de especias pero le sirve de escarmiento y ya nunca prohíbe a nadie
refugiarse en la fresca sombra del árbol. El gran ciprés del cuento consigue su
objetivo, que su provechosa sombra sea disfrutada por todos. Y a nosotros los
lectores nos enseña una moraleja: que la sombra de un árbol no tiene
precio.
El cuento del ciprés sin duda se presta a otras lecturas.
Rina Singh, la redactora del libro, afirma que este cuento trata de la creencia
universal en que los árboles pertenecen a todo el mundo. Quienes amamos a los
árboles y a toda la naturaleza desde luego lo sentimos así. Pero existe la
propiedad privada y los sentimientos de dominio y posesión de la naturaleza. En
el cuento chino se presenta de forma explícita que el buhonero “creía que los
árboles pertenecían a todos“ y también que el ciprés al estar en una carretera,
en un espacio público, era de dominio de todos los transeúntes. En un viaje a
Finlandia me enteré que en ese país, aun existiendo la propiedad privada, todos
sus habitantes tenían derecho a disfrutar de los beneficios naturales de los
bosques, siempre sin molestar a los propietarios, y pueden libremente, por
ejemplo, dar un paseo, acampar o recoger arándanos silvestres. Me pareció
admirable. Pero esa es otra historia.
Los cuentos, la literatura y el arte, revelan lo
invisible, la esencia, la magia de los árboles. Una manera de convocar esa magia
bien podría ser leer este cuento a la sombra de un ciprés, quizás nos susurre
algo maravilloso al oído.
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Este texto es una versión abreviada del cuento El Ciprés adaptado por
Rina Singh y basado en Tales from Old China de Isabelle Chin Chang
(Norton, Nueva York, 1969). Está incluido en el libro El Bosque de Cuentos.
Historias de Árboles Mágicos de todo el Mundo, traducido del inglés por
Fina Marfà y editado por Intermón Oxfam ediciones, en Barcelona, 2007, con
ilustraciones de Helen Cann.
Escrito
por Rosa, jueves 28 de agosto de 2014.
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