jueves, 5 de mayo de 2016

Bajo el Árbol de la Ociosidad. ( extraído de "LOS ÁRBOLES INVISIBLES"

Bajo el Árbol de la Ociosidad
Hay un árbol en Chipre que no aparece en las guías botánicas, es el Árbol de la Ociosidad (Tree of Idleness), que según Durrell "confiere el don de la ociosidad pura a todos los que se sientan bajo él".
"La tarde estaba muy tranquila, y el fresco silencio del Árbol de la Ociosidad nos engulló como un estanque de montaña. Sabri estaba allí, sentado bajo las hojas y contemplando un café; me esperaba con una información particular sobre madera de algarrobo - me había guardado un cargamento especial."
Este árbol literario, metáfora del árbol que ocupa el centro de la vida en los pueblos mediterráneos, era un tema favorito de Durrell; le dedica un capítulo de su libro Limones amargos y es el título de un poema publicado unos años antes [5].
"La tranquilidad, la sensación de verde beatitud que llena esta aldea proviene del gran Árbol de la Ociosidad."
"Y allí estaba la abadía, desvaneciéndose con los últimos rubores magnéticos del horizonte, con sus tranquilos grupos de bebedores de café y jugadores de cartas bajo el Árbol de la Ociosidad."

"Una vez más, al llegar yo, mis amigos se separaban uno a uno de los grupos de bebedores de café reunidos bajo el gran árbol. Surgían conversaciones sobre la madera de algarrobo, sobre limoneros, gusanos de seda o un nuevo vino."
"Sintiendo la jubilosa tibieza del sol que bajaba flotando por entre las hojas del gran Árbol de la Ociosidad."
En su obra, Durrell recoge con frecuencia la escena de una persona, sola o acompañada, sentada a la sombra refrescante de un árbol, ya sea un olivo, un pino, un nogal o un plátano. Una estampa icónica del ambiente mediterráneo.
"Durante la hora del almuerzo, tomaba su comida y vino de una garrafa a la sombra de un limonero, mientras contaba historias que mantenían absortos a los otros trabajadores."
"Nos reunimos alrededor de una mesa preparada para nosotros bajo el magnífico plátano que cubre la terraza del café."
"El señor Honey estaba sentado en su esquina habitual, bajo el nogal junto al puente."
"Encontré a Marie comiendo ociosamente cerezas bajo un pino y hojeando un manual de arquitectura."
Las animadas tertulias con sus amigos cosmopolitas eran "una forma de viajar sin moverse; sentados bajo un olivo con una jarra de vino al lado."
"Nos quedamos sentados durante un rato en la arena tibia bajo el viejo algarrobo, tomando vino y un par de granadas rosadas que él había robado de un muro en Kasafani, mientras el sol de la mañana hacía que las colinas brillaran y temblaran en el aire húmedo, y la vieja piel de cocodrilo gris de Bufavento se volvía violeta. Todavía estaba la luna en el cielo, pálida y exangüe. - Ya está aquí el verano - dijo un joven turco."
"Mi acompañante estaba silencioso; trepó a las ramas de un árbol para disfrutar mirando hacia abajo, del ondulante mapa en relieve con sus curvas barbadas de campos que descendían hasta el mar."
En mi visita a Chipre no tuve ocasión de visitar el famoso árbol de Durrell en Bellapais (en la zona turca), convertido en una atracción turística. Tampoco me interesaba mucho porque aparentemente ha perdido su atmósfera de quietud, paz y silencio; lo que debe tener un árbol para que apetezca sentarse bajo él y disfrutar de la ociosidad.
Cada uno debe buscar su propio árbol de la ociosidad. Paseando por Agrós, encontré el mío; un viejo álamo blanco (Populus alba) situado en una placita ajardinada cerca de la fuente Kaouros (o de los cangrejos), por la que manaba el agua fresca de la sierra. Bajo el álamo me sentaba a leer y pensar, en los ratos de ocio que me dejaban las reuniones de trabajo.
Populus_fuenteOciosidad, indolencia, pereza, dolce far niente ¿es un defecto o un vicio mediterráneo?. Aproveché esos ratos de ocio para leer "Elogio de la ociosidad" (In Praise of Idleness), un breve ensayo del filósofo Bertrand Russell (1872-1970). Defendía que "el camino a la felicidad y la prosperidad reside en una disminución organizada del trabajo". Y que "el uso inteligente del ocio es un producto de la civilización y la educación" [5].
Liberado así de todo sentimiento de mala conciencia, me abandoné feliz en la lectura de Justine [6]. Durante su estancia en Chipre, Durrell comenzó a escribir el Cuarteto de Alejandría, su obra más conocida. El narrador/escritor retirado en una isla ordena sus recuerdos y escribe a la sombra de un olivo. De esta forma confundía la ficción con su propia realidad.
"Me he refugiado en esta isla con algunos libros y la niña.
Vivo en suspenso como un cabello o una pluma en la amalgama nebulosa de mis recuerdos.
Solo aquí, en el silencio del escritor, puede recrearse la realidad, ordenarse nuevamente, mostrar su sentido profundo.
En esta primera gran ruptura de mi madurez siento que su recuerdo dilata prodigiosamente los límites de mi arte y mi vida. Por el pensamiento los alcanzo de nuevo, como si solo aquí, en esta mesa de madera, frente al mar, a la sombra de un olivo, solo aquí pudiera enriquecerlos como lo merecen."
Después de tantos años, releí y reviví con nostalgia y melancolía la atracción insana, el amour fou hacia el voluptuoso personaje femenino.
"Como todos los seres amorales, está en el límite de la Diosa. Recibe el amor como una planta el agua, livianamente, sin pensar."
Pero fueron otros pasajes, los que ahora me mordieron el alma.
"La presencia de la muerte refresca siempre la experiencia, pues tal es su función: ayudarnos a reflexionar sobre esa novedad que es el tiempo."
Disfruté del ocio bajo el árbol, atrapado por la novela, hasta llegar a su enigmática frase final.
"¿Acaso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea?"
Pensativo, cerré el libro; intentaba interpretar el silencio que me rodeaba.
Muy cerca, el murmullo de la fuente recitaba su mantra heraclitiano "todo fluye".

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