lunes, 23 de junio de 2014

LA BASURA, cuento de Ana María Manceda




  LA BASURA.                                    AUTOR: ANA MARÍA MANCEDA

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          Sucedió en pleno otoño, se imaginan, en un pueblo- ciudad turística inserta en un valle cordillerano, rodeada de cerros boscosos y un lago, faltaba más. En pleno otoño sucedió, cuando las hojas caen como lluvia seca y el cielo ,vaya a saber por qué causa muestra la luna en cuarto menguante, extraña coincidencia  pues podría haber ocurrido con luna llena o creciente. Las hojas, displicentes  e irónicas, caen emborrachando la vista con colores de pinturas de paisajes. Y sí, la huelga de los trabajadores municipales comenzó en otoño, días y días sin recoger la basura, sin barrer las calles. Al principio se veían algunas bolsas negras en los basureros hogareños pero luego poco a poco la basura comenzó a desbordarse invadiendo las veredas y los jardines. Algunos vecinos, conscientes del peligro de posibles enfermedades provocadas por estos desperdicios, llevaron en sus autos o camionetas las bolsas al basural municipal, otros se negaban ¡¿Para qué pagaban los impuestos?!
           Las hojas fueron tapando la basura, las que se mantenían en las bolsas y las que fueron desparramadas por los perros. Aparecieron las ratas.  En fiesta, los gatos comenzaron a practicar su instinto salvaje, los perros se olvidaron de su eterna búsqueda de sobras¿ Porqué no seguir a sus eslabones inmediatos de la cadena ecológica? No iban a estar solos, seres invisibles como duendes, pacientes como la eternidad,  se encontraban expectantes; bacterias y virus  esperaban la oportunidad. Se sumaron los chimangos, ávidos, tenían comida como para un festín, ya que estaban se quedarían para la época de nevadas, no viajarían dos veces. Así que hasta ahora tenemos: otoño, huelga de municipales, basura, perros, gatos, ratas, microbios, chimangos.
          En el espacio aéreo no solo volaban las hojas con el viento, los seres microscópicos, la humedad y los chimangos sino que las voces humanas, enloquecidas ante tanto desatino, proclamaban su disgusto por las radios locales, aquí sí no hubo un orden como ocurría en la cadena alimenticia, aquí salían caóticas del inconsciente y del consciente; egoísmo, nobleza, coherencia, incoherencia, opiniones democráticas, antidemocráticas y las disquisiciones más asombrosas que pueda elaborar el cerebro humano. Las culpas recayeron  sobre ; el Intendente,  los trabajadores que reclamaban un justo pedido de sus reivindicaciones salariales,  los concejales,  los políticos en campaña ya que pronto habría elecciones, los locutores que leían mensajes enviados por oyentes. Las voces acusadoras provenían de vecinos que cumplen con sus impuestos y los que no ¡¿ Se imaginan los choques en el aire de la telaraña de ondas energéticas contra los microbios, la luz, las hojas y la volatilidad de los desechos humanos?!
Mientras tanto la basura era tapada por una capa de hojas secas multicolores y así el pueblo- ciudad turística fue invadido por esta  pestilente alfombra. En las veredas era tal la cantidad de hojas que las pisadas debían hacerse levantando las piernas, como en la época en que la nieve cae seca y se acumula  de manera impúdica.
          Pasado el tiempo la peste insinuó su presencia, aún está latente, aunque las elecciones ya ocurrieron y el conflicto por el momento quedó en espera. De manera  asombrosa, como reacción a unos días más cálidos, florecieron rosas en algunos jardines. En muchos otros aún deambulan las ratas, perseguidas por los gatos, custodiados por los perros en alerta. Los chimangos continúan sobrevolando  ¿Para qué regresar a los cerros si pronto llegarán las nevadas? Y los humanos siguen con sus rutinas y con su caos y sus injusticias sociales.

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