Los peligros del “milagroso” árbol que promueve Nadina Reynoso y que está prohibido en muchos países
Desde hace un tiempo, la secretaria de Ambiente de la capital riojana, Nadina Reynoso, promueve la plantación en La Rioja del kiri, un ábrol chino de flores lilas y aroma fragante que lo volvieron un favorito entre jardineros y paisajistas, pero que podría ser una amenaza natural que está comenzando a encender las alarmas de científicos y autoridades de todo el mundo.
En efecto, muchos países lo han prohíbido. Promover el monocultivo de una especie invasora podría ser una de las mayores torpezas que cometa el hombre. Pero el caso de Nadina Reynoso es doblemente curioso, porque además de ser la responsable del área ambiental del municipio de La Rioja y promover su cultivo, lo comercializa, por lo que tiene un interés económico detrás del árbol chino que algunos creen que va a salvar al mundo y otros piensan que es su perdición.
Por otra parte, están los que creen que en La Rioja no habría problemas por su condición seca, pues el kiri necesita abundante agua en su primer año de vida, lo que a la vez despierta dos preguntas: si es aconsejable traer una especie de esas características a una provincia donde falta el agua y si es recomendable reforestar su territorio con un árbol que no sobreviviría en zonas con sequías cíclicas. Entonces, la polémica es doble, porque se trata de una especie invasora, pero que no serviría para reforestar una zona con sequías cíclicas, como La Rioja. Quizás lo que falta son estudios y debate serio y, fundamentalmente, desinteresado.
La larga vida del “árbol princesa“
A pesar de su belleza y de su cotizada madera, los científicos temen que el kiri es una bomba de tiempo en potencia: crece con impresionante rapidez, produce miles de semillas que se dispersan con el viento, de sus ramas se pueden reproducir nuevos árboles y rebrota con facilidad después de un incendio.
Estas ventajas, que lo convierten en una súper especie que prolifera en ambientes intervenidos como pastizales y rondas de ríos, son justamente lo que lo hacen una planta muy difícil de controlar.
De hecho, la especie ya ha sido catalogada como “invasora” por países como Australia, Alemania, Brasil y Portugal, y está incluida en la Base de Datos de Especies Invasoras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Las mayores alarmas vienen de Estados Unidos, donde –tras ser introducida a mediados del siglo XIX- es considerada hoy una especie invasora en 12 estados. Hay un caso paradigmático: en 2008 se presentó en Estados Unidos un proyecto para plantar en Texas un millón de kiris para recuperar suelos muy contaminados y agotados por la explotación y los vertidos químicos. Diez años después, los árboles de la emperatriz están destruyendo los ecosistemas nativos de Maine a Florida y Texas, así como el Pacífico Noroeste.
En Argentina fue introducido a fines de los años 60′, tuvo un brote en los 70 y volvió a incrementare su cultivo en los años 90′. Con más de 3 mil hectáreas, Misiones es la provincia con más superficie de plantaciones de Paulownia. Lo defienden algunos especialistas del INTA, una institución que ha sido denunciada por ambientalistas en numerosas ocasiones.
El de Argentina es un camino que ya transitó hace varios años Colombia, donde el árbol se puso de moda y comenzaron a proliferar las explotaciones madereras. En 2018 las autoridades colombianas prohibieron su siembra e importación después de que los científicos advirtieran de que su expansión podía causar estragos en la biodiversidad del país.
En España, en tanto, la ‘Paulownia tomentosa’ está incluida en la lista negra preliminar de especies exóticas invasoras elaborada por el Gobierno, pero eso no impide su comercialización.
“Es triste detectar los efectos de las especies invasoras cuando ya ocurrieron. Lo ideal es pensar de forma preventiva, para evitar que sucedan”, dice la ecóloga Carolina Castellanos, una de las científicas del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, de Colombia, que evaluó el riesgo de kiri.
“Se parte del principio de precaución: si la especie presenta unas características biológicas que facilitan que sea una invasora, como puede serlo la rapidez de su estrategia reproductiva, se recomienda darle un manejo de mayor cuidado”, explica Dairon Cárdenas, el curador del herbario amazónico del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi.
La lucha contra las especies invasoras
“Muchas veces se piensa que introducir una especie de afuera es una buena idea, pero tenemos que evaluar antes cuáles son sus potenciales efectos negativos y qué puede suceder si prosperan. Debemos reflexionar sobre qué capacidad tenemos como país de manejar especies exóticas”, dice María Piedad Baptiste, una bióloga del Instituto Humboldt, experta en invasoras.
En el caso del kiri, su historia muestra cómo impactos ambientales que dejó el colonialismo europeo aún se pueden sentir siglos después. Fueron marineros holandeses de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales –que era el brazo comercial de la flota mercante que colonizó Indonesia y mantuvo rutas comerciales por toda Asia– quienes llevaron sus semillas desde China a Europa en 1830 y lo popularizaron como árbol ornamental. Sin embargo, por razones aún crípticas, su nombre científico y sus apodos hacen referencia a la princesa rusa Ana Pavlovna, nieta de la zarina Catalina la Grande.
“Las especies invasoras son un motor de pérdida de la biodiversidad, junto con la deforestación o la contaminación. Lo pueden ser por varias razones: porque se comen a otras especies nativas, porque ocupan el espacio de otras especies con estrategias agresivas de crecimiento poblacional o porque transmiten enfermedades”, dice Carolina Castellanos.
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