El
deseo forma parte de la naturaleza humana. Según el pensamiento occidental, es
un motor vital que impulsa nuestra conducta y nos mueve a realizar acciones para
satisfacerlo. Cuando se anhela algo con vehemencia, somos capaces de hacer
cuanto sea necesario para obtenerlo. El deseo está en el origen de la superación
personal, es una pulsión de vida, una fuerza inspiradora que nos lleva a la
creatividad.
En
cambio, en contextos filosóficos orientales como el budista, el deseo es la
causa de todo sufrimiento. Se sufre por no poder alcanzar los deseos. El deseo
paraliza y obstaculiza el progreso espiritual.
Los
deseos son tan importantes en la vida humana que, tanto en las culturas antiguas
como en las actuales, se han desarrollado rituales para pedir que se cumplan.
Existe una variedad de tradiciones, laicas y religiosas, para dar forma al acto
de pedir que se nos concedan nuestros anhelos. A través del rito, manifestamos
los íntimos deseos y dirigimos nuestra petición a Dios u otra divinidad, al
cosmos, a las fuerzas de la naturaleza o a la fuerza del destino (según la fe de
cada cual), en la confianza de que estos entes ostentan el poder de
concederlos.
Quizás
no somos conscientes, pero en muchos momentos de la vida cotidiana realizamos
pequeños rituales de este tipo: cuando vemos una estrella fugaz, cuando soplamos
las velas de cumpleaños, cuando tomamos las doce uvas de Año Nuevo o cuando
brindamos por la buena travesía de una nueva aventura personal o profesional. De
manera colectiva, está extendida la práctica religiosa de asistir a un templo a
realizar plegarias de petición de deseos.
En
algunas creencias y culturas el rito consiste en acudir a un árbol, el Árbol de
los Deseos, un árbol individual concreto que los devotos creen que tiene el
poder de cumplirlos. La petición se realiza mediante ofrendas o notas con los
deseos escritos que se cuelgan de sus ramas. El árbol representa así al ”Ser que
Concede los Deseos”, ya sea el espíritu de la naturaleza, una deidad o el cosmos
mismo. Esta antigua tradición se mantiene en diversas partes del mundo como
Japón, China, India y otros lugares; también en Europa permanecen vestigios de
ella en algunos enclaves como Escocia e Irlanda.
Imagen de Kalpavriksha
Hoy
en día, el rito del Árbol de los Deseos está resurgiendo con fuerza renovada en
la sociedad occidental. Una parábola, una obra de arte (instalación) y un relato
infantil nos ilustran la importancia de estos “árboles” en nuestra cultura.
Una
parábola
En
la mitología india, aparece el “Árbol que Concede los Deseos”,
Kalpavriksha en sánscrito (Wish Fulfilling Tree en inglés), un
árbol considerado sagrado entre los hindúes. Sobre este Árbol de los Deseos, se
cuenta una parábola en los textos antiguos indios de la que se conocen diversas
versiones:
Un sofocante día de verano, un viajero caminaba muy
cansado a causa del calor. A un lado del camino vio un gran árbol y fue a
sentarse junto al tronco para descansar y disfrutar de la sombra. En la fresca
sombra del árbol se puso muy contento. Entonces se dijo a sí mismo:
—¡Qué afortunado sería si
también pudiera tener un vaso de agua fresca!
Al instante, apareció un jarro con agua. Después de tomar
el agua, pensó:
—Ahora ya sacié
mi sed, pero cuán feliz sería si aquí hubiera una buena cama, pues este suelo es
muy duro y áspero.
De inmediato
apareció una suave cama. Entonces pensó:
—Ni en mi casa tengo una almohada ni una cama así. Si mi
esposa estuviera aquí y viera esto, ¡qué feliz sería!.
Al momento, también apareció su esposa. Entonces el
hombre pensó para sí:
—Estoy en
un área remota y cerca de un bosque; podría venir un tigre y devorarme.
En un segundo apareció un tigre
y ¡se lo comió!
Dice
el gurú Sai Baba (India, 1926-2011) al respecto de esta parábola: “El árbol bajo
el cual el hombre se había sentado era el Árbol que Cumple todos los Deseos.
Este mundo en que vivimos es un mundo-árbol de los deseos. Estamos sentados bajo
su sombra. Si tenemos deseos o pensamientos malos, nos sucederá el mal y, si
pensamos bien, el bien nos llegará. Por lo tanto, cuando nuestros pensamientos,
sentimientos y acciones son puros, el árbol de los deseos del mundo nos dará las
cosas buenas que deseamos. Tanto el bien como el mal vienen solamente de
nuestros corazones, nunca vienen del exterior. Es por eso que debemos mantener
nuestros corazones tan puros como sea posible”.
En
la tradición popular española, contamos con el proverbio de enseñanza semejante
“hay que tener cuidado con lo que se desea porque se puede cumplir”.
Una
obra de arte
En
la actual expansión de los "Árboles de los Deseos" (Wishing Trees, en
inglés) en la cultura occidental ha tenido gran influencia la obra de la
conocida artista Yoko Ono. Yoko Ono vivió la tradición del Árbol de los Deseos
durante su infancia en Japón. Cuenta que, de pequeña, solía ir a un templo y
escribir su deseo en una pequeña pieza de papel que después ataba a la rama del
Árbol de los Deseos situado en el patio del santuario.
La
artista japonesa se adhirió al arte conceptual, en el que el contenido, el
mensaje y el estímulo del pensamiento crítico son más importantes que la forma
física y el empleo de técnicas de realización. Sus obras (escritura, música,
películas, dibujos, instalaciones, etc.) tratan temas como la libertad de
pensamiento, la paz, la lucha contra el racismo y el sexismo, o la valoración de
las pequeñas grandes sensaciones cotidianas. Su arte se caracteriza por la
economía de recursos con la que logra un máximo efecto.
Yoko
Ono comenzó a trabajar el motivo del Árbol de los Deseos en la década de 1990 y
sigue en la actualidad. En sus exposiciones, aprovecha la presencia de un árbol
(que suele estar en los jardines de los museos) para hacer una instalación de
arte; deposita papeles y lápices junto al árbol e invita a los asistentes a la
instalación a escribir sus deseos en los papeles y colgarlos de las ramas,
convirtiéndolo así en un Árbol de los Deseos.
Sus
Árboles de los Deseos se han instalado en museos de diversos países como EE UU (
Jardín de las Esculturas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, 2010 y en el
Museo Hirshhorn de Washington DC, 2007), Reino Unido, Finlandia, India y España
(Guggenheim de Bilbao, 2014). En cada país, la artista usa diferentes especies
de árboles para sus instalaciones, y una vez concluida la exposición, recolecta
todos los deseos proporcionados por los visitantes. El éxito de participación es
tal que finalmente ha concebido un destino para ellos. En Reikiavik (Islandia),
ha construido la instalación "Torre Imagina La Paz" (Imagine Peace
Tower, en inglés), se trata de una torre de 10 metros de radio que emite
una columna de luz azul intenso hacia lo hondo del cielo y en su base, en el
pozo de los deseos, acoge los deseos expresados por miles de personas de todo el
mundo.
Foto de Naomi Sachs del Árbol de los Deseos de Yoko Ono en
Washington DC.
El
concepto interesante que propone Yoko Ono es la certidumbre de la fuerza del
deseo, como energía que mueve y desencadena cambios a favor de su realización.
Los deseos reunidos, puestos juntos, conforman una gran plegaria colectiva
dirigida al Universo. Aunque ella reúne todos sin distinción –los personales y
los colectivos, los más generosos y los menos-, su confianza se sustenta en el
ideario que compartió con su fallecido esposo el ex-beatle John Lennon; los
deseos globales de paz y de un futuro mejor para la humanidad que quedaron
recogidos en la emblemática canción Imagine: "Imagina a todo el mundo
viviendo la vida en paz, imagina a todo el mundo compartiendo el mundo..."
Quien
desee sumarse a esta plegaria universal Ono-Lennoniana puede hacerlo enviando su
expreso deseo a
esta dirección.
Un
relato infantil
El
Árbol de los Deseos (The Wishing Tree), publicado por primera vez
en 1964, es el único cuento para niños del escritor estadounidense, Nobel de
Literatura, William Faulkner (1897-1962)¹. Situada en el sur de EE UU, la
historia cuenta la aventura de la niña Dulci, acompañada de su cuidadora Alice,
su hermano pequeño Dicky, su vecino George y su sorprendente amigo pelirrojo
Maurice, en busca de El Árbol de los Deseos. Un viejecito peculiar y un soldado,
que resulta ser el marido de Alice, se unen a la búsqueda.
En
mitad de un bosque, encuentran un precioso árbol de hojas blancas y cada uno
coge una hoja, tan pronto como las tocan, las hojas cambian de color, un color
diferente para cada uno, según el color de los deseos de cada cual. A partir de
ese momento los deseos comienzan a cumplirse, pero también empiezan a tener
deseos egoístas que complican bastante las cosas. Finalmente, después de
experimentar las malas consecuencias de los deseos que hacen daño a otros, Dulci
y sus acompañantes se dan cuenta del valor de tener deseos que beneficien a
todos y no solo a uno mismo.
El
relato es fresco, sorprendente, original, con magnífica prosa, humor irónico y
trasfondo filosófico moral. Estimula a reflexionar con pequeños y mayores sobre
la naturaleza de nuestros deseos y sus consecuencias, sobre los deseos egoístas
y los deseos generosos, sobre los deseos que nos ayudan a crecen y los que
entorpecen nuestro buen discurrir por la vida.
Los
Deseos del Árbol
El
Árbol de los Deseos nos concede los deseos que le pedimos. Pensemos ahora en los
propios árboles, ¿tienen deseos? Seguramente sí.
Trato
de imaginar que soy un árbol, y me pregunto cuáles serían mis deseos. Si John
Lennon hubiera hecho este ejercicio de empatía tal vez hubiera plasmado algunas
posibles aspiraciones de los árboles en su célebre canción:
Imagina a todos los árboles
viviendo el día a día,
con abundante tierra y agua,
y con aire limpio.
Imagina a todas las personas y todos los árboles
compartiendo el planeta.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo sea uno solo…²
_____________________________
¹ Faulkner,
W. 2010. El Árbol de los Deseos. Traducido por Jose Luis López Muñoz, Alfaguara,
Madrid (edición original en inglés de 1964).
²
La
Declaración de los Bosques de Nueva York proclamada por las Naciones Unidas
en 2014 termina con el deseo-compromiso de "un mundo donde las personas y los
árboles crezcan juntos".
Escrito
por Rosa, jueves 8 de enero 2015.
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