martes, 10 de octubre de 2017

La nueva Ilustración Evolucionista / The new Evolutionary Enlightenment

La nueva Ilustración Evolucionista / The new Evolutionary Enlightenment




...In its light, human history, for the first time, becomes intelligible, and human behaviour understandable as never before. This radical transformation in human understanding - which has come to a peak in the mid 1990's - I shall call "the new evolutionary enlightenment" . I confidently predict that, because it is based on fully tested scientific knowledge, it will far outshine the enlightenment of the 18th century. -Derek Freeman-

lunes, septiembre 25, 2017
El mundo (es) de los microbios (entrevista a Margaret McFall-Ngai)

Margaret McFall-Ngai
Resulta difícil hacerse a la idea de que todo lo que vemos al contemplar extasiados un paisaje natural, plagado de vida, por tierra, mar y aire, sean un cartón piedra de química inorgánica y los figurantes de una obra cuyos protagonistas escapan por completo a nuestros deleitados sentidos.


¿Qué de qué estoy hablando? Para aquel que sólo crea lo que vea, de nada. Para quién haya traspasado el umbral de la percepción gracias al uso directo o al reporte que hacen quienes hacen un uso directo de una tecnología óptica adecuada (y algunas otras complementarias sofisticadas y extremadamente útiles), de todo, del tapiz microscópico sobre el que se han tejido las formas de leopardos y gacelas, de osos polares y focas, de águilas y conejos….y de humanos con taparrabos...en el jardín del Edén.


Es un gran tapiz vivo, sus fibras lo están. La imagen que vemos es la que la selección natural ha formado en nuestros cerebros primates para permitir la supervivencia de nuestra especie a través de los millardos de años que hemos hollado la tierra. Pero el tapiz es la realidad última. Sin su tejido no habría cuadro, no habría paisaje, no habría espectáculo.



Un tapiz tejido de microbios
Hasta aquí la analogía. Los microorganismos que constituyen la mayor parte de lo que se puede considerar vida sobre la tierra, a diferencia de los tejidos de un tapiz elaborado por artesanos humanos, se mueven mucho. De hecho están permanentemente cambiando y haciendo que la imagen arrojada por el tapiz también lo haga. Las especies de mamíferos, reptiles, anfibios, plantas, artrópodos, nematodos, etc etc cambian, se expanden, se reducen, surgen de otras o se extinguen, pero los microorganismos permanecen, alrededor de ellas y, lo que es más significativo, dentro de ellas.


El Sagrado Templo del cuerpo humano se ha revelado como un lugar  en el que la promiscuidad biológica deja poco lugar para la unicidad de nuestra especie. Estamos tan invadidos como cualquier otro vertebrado. Órganos y tejidos de nuestro organismo que hasta ayer se consideraban estériles, libres de gérmenes, tienen poblaciones no pequeñas de éstos. Se descubren nuevos bichos en nuevos nichos, cada vez queda menos espacio para la sorpresa. Antes de que el Homo sapiens llegara a todos los lugares de la tierra (o casi), los microorganismos habitaban en ellos y en los lugares más inhóspitos dentro de ellos: fuentes hidrotermales, piedras del Antártico, lagos salinos…..


Además los microorganismos, pioneros en todo, ocupan todo, cubren todo, penetran todo. Y los organismos “superiores” tienen su carga de microorganismos que en ningún caso está por debajo de la de sus células propias, derivadas de un zigoto en un largo proceso de desarrollo biológico.


Los amantes de la higiene y defensores acérrimos de la limpieza dirán que el hombre de hoy no está igual de expuesto que el del pleistoceno (la pareja con taparrabos del jardín del Edén) a los microbios, que puede meterse en una burbuja completamente aséptica con sus preparados químicos sintéticos y con un orden afín a la simetría y a la racionalidad más perfectas aplicado a lo vivo. ¡Error!


Por desgracia para los pulcros la ausencia de microbios no es posible; todo lo más que se puede conseguir es privilegiar a unos gérmenes frente a otros. Y acaso para su sorpresa sería un atentado contra su propia salud eliminar completamente a los microorganismos de su entorno, si fuera remotamente posible. Animales privados de su microbiota (su ecosistema de microorganismos interior) no tienen un desarrollo muy halagüeño. Parece que la esterilidad es, eso, estéril….no sirve a la vida. Tampoco lo sirve de mucho la falta de diversidad. No sólo necesitamos microorganismos dentro de nosotros para crecer sanos…necesitamos que sean muchos, con una gran diversidad biológica y metabólica que permita crear un ecosistema estable que vele por sí mismo y por su anfitrión (este…nosotros).


Hemos creado los antibióticos para matar bacterias patógenas. ¡Bravo por Pasteur, Koch, Fleming y una larga lista de eminencias de la medicina que nos pusieron en la pista del origen de algunas de las más graves enfermedades que han asolado a la humanidad!


Los antibióticos acaban con las bacterias…..no entran en distinciones, las matan a todas. Estas, claro está, evolucionan, lo hacen muy rápido, y terminan por desarrollar resistencia. Las patógenas volverán a saltar nuestras barreras, las benéficas o invitadas de paso también terminarán por resistir, y poblarán nuestros intestinos. Pero el ecosistema con cada incendio que todo lo arrasa debe repoblarse, y no siempre las cosas siguen el camino idóneo.


Con el tiempo el uso de antibióticos, después de sus primeros grandes éxitos, dará paso a otras terapias más focalizadas para tratar las enfermedades infecciosas. Lo primero es no hacer daño, así que lo primero es usarlos solamente en caso de emergencia. Y después hay que dejar que hagan su trabajo las barreras naturales a microbios patógenos vocacionales u oportunistas. Estas son, por un lado, las células y moléculas defensivas del organismo, conocidas como sistema inmune, y por otro los microbios comensales que ocupan su espacio y no están dispuestos a cederlo al primer advenedizo que se presente.


Nuestra invitada de hoy ha hecho mucho por abrir los ojos de los demás humanos, amos de la tierra por mandato bíblico, a los verdaderos amos de la tierra (y los mares), los microorganismos, más viejos, más sabios, más poderosos.
Trabajó con Lynn Margulis, que fue la bióloga que más hizo por convencernos de que nuestro planeta era un planeta simbiótico dominado por los microorganismos. Ahora estudia, por un lado, una especie de invertebrados marinos para ver sus relaciones simbióticas con sus especies bacterianas luminosas, por otro las relaciones simbióticas entre macro y microorganismos, cómo funcionan, como se desarrollan, como pudieron evolucionar.


Su trabajo ha contribuido a clarificar muchas cuestiones. Entre otras cosas ha formulado una hipótesis que hoy se está revelando como cierta: el sistema inmunitario adaptativo de los vertebrados surgió más como un mecanismo para gestionar las relaciones de los organismos anfitriones con sus invitados temporales o permanentes microscópicos, más que para hacer la guerra a todo lo que entrase en el organismo y no perteneciera a él, distinguiendo molecularmente entre “yo” y “no-yo”.



Lynn Margulis
La buena gestión de las relaciones diplomáticas con la flora microbiana de nuestros intestinos, boca, piel, fosas nasales, e incluso pulmones es mejor que la guerra total. Entre humanos decimos que la guerra es lo que sigue a la política, cuando esta fracasa. De igual modo, es el fracaso en el delicado equilibrio de nuestros ecosistemas interiores con nuestro sistema inmunitario y, en general, con el organismo, lo que origina gran parte de las enfermedades.

La Profesora Margaret MacFall-Ngai ha tenido la inmensa amabilidad de respondernos un cuestionario que, necesariamente, siempre estará incompleto, dado el ritmo al que avanzan las investigaciones en ese campo amplio y de enorme profundidad en el que trabaja.

1 comentario:

  1. Gracias por copiar la introducción que hice a la entrevista. Si fuera posible enlaza a la original en el blog.

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